Domina tus emociones

Durante muchos años, la manera preponderante de describir a la gente talentosa fue a través de la inteligencia racional. Con la creación de los test que medían el coeficiente intelectual éste se convirtió, sobre todo, en países como Estados Unidos en el criterio único de selección para muchos puestos en el ejército y para la entrada a las universidades.

Aunque en estructuras muy rígidas sí podía ser factor de crecimiento en ellas, lo cierto que es que había muchas otras situaciones y lugares donde se veía opacada la inteligencia racional por otras habilidades donde el manejo de las emociones tenía mucho más peso. Todo el mundo conoce las historias del “looser” escolar que acabó siendo el dueño de la empresa donde sus compañeros “de puro diez” trabajan.

Un puñado de emociones

Como ha pasado siempre que se trata de reducir al ser humano a una de sus facetas, mientras prevaleció el esquema de la medición de coeficiente intelectual, se dejó atrás el educar las otras facetas de las personas como son las emociones y se les consideró en un segundo plano. De forma natural, muchos sin un entrenamiento formal de esa área destacaron porque de forma intuitiva usaron a su favor su “don de gentes”, como se le solía decir.

Sin embargo, con el tiempo fue claro que muchas de las decisiones, incluso las más importantes de la vida, no se toman con la cabeza únicamente, sino que se cruzan todo tipo de emociones y que las habilidades para entender en uno mismo su comportamiento y para entender el de los otros son igualmente significativas.

Fue entonces cuando se empezó a hablar de la que se denominó Inteligencia Emocional y de que todos necesitan conocer y entrenar esas habilidades derivadas de ésta para sacarles provecho.

Sustento científico

La Inteligencia Emocional en un inicio fue recibida como una gran innovación; pero pronto se le cuestionó por carecer de sustento empírico y porque el uso del concepto de “inteligencia” no parecía el adecuado para ir acompañado de “emocional”.

Aunque se puede cuestionar y todavía hay mucho por andar en ese camino, sí se ha ido avanzando en detectar las partes del cerebro que se activan cuando las habilidades emocionales son usadas y que son diferentes a las que se activan en otros procesos mentales.

De la misma manera, se han ido afinando los instrumentos de medición de las habilidades de la Inteligencia Emocional para obtener test más estandarizados que permiten analizar de mejor manera los datos y su relación con las puntuaciones clásicas del coeficiente intelectual.

Hay mucho camino por recorrer, pero la Inteligencia Emocional se basa hoy en día tanto en estudios que arrojan luz sobre el funcionamiento del cerebro como en la sistematización de la información obtenida mediante la psicometría.

Alcances realistas

Evidentemente, no se logrará, como no se logra con la inteligencia racional, encontrar el camino infalible para que use de manera óptima e irrebatible ese conjunto de habilidades. Lo que se está haciendo es calibrar su influencia en las relaciones humanas, en la obtención de metas, en su aportación en los entornos empresariales, en afinar las comunicaciones y la mercadotecnia, etc. Se puede afirmar que en prácticamente todas las áreas se puede manifestar su presencia si hay un ser humano involucrado en ellas.

Con la Inteligencia Emocional se busca que las personas sean seres humanos más equilibrados y satisfechos consigo mismos y, por tanto, capaces de establecer mejores relaciones con los demás basados en la empatía, en el trabajo cooperativo y en la comunicación. Por tanto, conocer más sobre la Inteligencia Emocional es una vía muy recomendable para reconocer las propias emociones, conocer su alcance y utilizarlas en forma de habilidades para mejorar en lo personal, en lo familiar y en lo laboral.

Fuentes:

https://psicologiaymente.com/inteligencia/inteligencia-emocional

https://revista.consumer.es/portada/el-dominio-de-las-emociones-clave-en-el-trabajo-y-fuera-de-el.html